Son las nueve menos unos minutillos, hora de entrar al colegio, abrimos las puertas y con el sonido de la música vamos entrando al aula.
Hemos desechado el timbre y las filas, porque creemos que no las necesitamos.
Nos importa el orden, pero para conseguirlo no creemos que sea necesario perder un rato formando filas que muchas veces solo consiguen disputas por quien se pone al principio o si alguien se cuela.
Nos da igual entrar al principio que al final, el inicio de la clase es para saludarnos, para compartir cosas que han sucedido desde que no nos hemos visto, para abrazar a las amigas o los amigos, para consolar a quien viene triste...
Y queremos hacerlo acompañados por la música, una música que nos relaje, que invite a pensar en positivo y como no, que nos ayude a crear cultura musical, a conocer esa música menos popular pero importante, la música clásica.
Queremos conocer nuevos sonidos y nuevas músicas y también las historias de las personas que fueron capaces de regalarnos esos acordes.
Ahora no tenemos aún las condiciones para que la música se oiga bien en todo el colegio y la escuchamos flojito, así que estamos deseando tener el colegio nuevo para poder disfrutarla mucho mejor.
Pero aún así nos gusta este nuevo modo de entrar y salir del colegio, que nos permite además más contacto con las familias.